martes, 20 de septiembre de 2016

Trae el móvil que ya le curo yo la herida al muchacho

Después de varias semanas de 'vacaciones' blogueras, vuelvo al ataque rememorando el verano en los pueblos y sus consecuencias. No me estoy refiriendo al ingente consumo de helados, cervezas, tapitas y al consecuente aumento de la lorza materna y paterna. Sino a las constantes caídas de las criaturas (las del pantano no, las que viven en casa con nosotros).

En realidad debería puntualizar: si uno de los dos hijos tecnológicos debe ser protagonista de esta historia, ese es el pequeño y temerario Godzilla, que en mes y medio se ha hecho todas las costras y se ha dado todos los golpes que su hermano ha acumulado en sus seis años y medio de vida.

Curarles ya es coser y cantar: que si agua y jabón, que si arnica, que si clorhexidina... y si nos queda alguna duda, a la Curopedia. Se trata de una web desarrollada por la marca de tiritas y apósitos Hartmann (no podía ser de otra forma) que puede sacarnos de muchas dudas cuando no nos fiamos mucho de la experiencia de las abuelas o los primos enfermeros no pueden cogerte el teléfono.


He estado oteando la web en los últimos días y, más allá de los mil y un productos que nos proponen para curar según qué heridas, me ha servido para conocer algunos de esos falsos mitos que tenemos arraigados en el fondo de nuestro cerebelo, como por ejemplo:

- Las heridas curan y cicatrizan más rápido si las dejamos al aire libre: Para que una herida cicatrice correctamente debe cubrirse durante varios días. Cubrir la herida ayuda al proceso de cicatrización y además la protege ante posibles infecciones. Por otra parte, si la herida es reciente, los rayos solares pueden provocar una inflamación mayor.

- Ahora te soplo para que no te pique y para que salga la arenilla: No se debe soplar la herida o el corte, ya que en la boca proliferan las bacterias. También es importante tener en cuenta que no se debe extraer ningún cuerpo punzante incrustado en la herida porque podría desencadenar una hemorragia.

- Hay que lavar bien con agua y jabón: No es un mal consejo, aunque no todos los jabones son aptos para limpiar heridas e incluso algunos pueden llegar a retrasar el proceso de cicatrización. Mejor lavar las heridas recientes con suero fisiológico.

También ofrecen trucos caseros para tratar estos pequeños accidentes domésticos: La miel, por ejemplo, es un desinfectante natural que ayuda a proteger las heridas producidas por una quemadura. Por su parte, el aceite esencial de lavanda tiene propiedades analgésicas y antisépticas. Y el té negro puede aliviar las molestias de una quemadura si se limpia con bolsitas empapadas en agua fría.

¡No te acostarás sin saber una cosa más! (Dior, hablo como mi madre).

ONCE UPON A TIME...
Releo lo escrito y recuerdo cómo lo hacían nuestros padres con nosotros. Yo, según llegaba con las rodillas desolladas tras una ostia aparatosa caída con la bicicleta (en la que montaba, como no, sin protecciones diversas, como mandan los cánones) lo primero que recibía era un palo para morder y un chorreón de agua oxigenada. Eso con suerte, porque a veces sólo había alcohol de 96º. El pretexto: había que desinfectar y con eso se mataba todo.


En esos primeros minutos críticos eran habituales comentarios del tipo "pero mira que eres exagerada, tampoco es para tanto"; "si es que ves un poco de sangre y te vuelves loca"; "no te quejes tanto que el agua oxigenada no pica"; o "la espumilla y las burbujas son buena señal, eso quiere decir que se está curando". Y mira por donde ahora me veo yo repitiendo algunos de esos mantras (Diorrrrr, otra vez no...).

Luego llegaba el momento pringue: esa mercromina radiactiva, "lo mejor para cicatrizar", que acababa manchando a todo aquel que pasase a nuestro alrededor (a pesar de que se echaba con cuentagotas). Años más tarde, ésta pasó de moda en favor del Betadine que, a estas alturas de la vida, ya está de capa caída.

La única marca que parece haber perdurado en el tiempo ha sido Cristalmina, que ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos cambiando un cuentagotas por un vaporizador (lo que son las cosas).

Y seguro que los abuelos tienen mucho que contar de su 'época dorada': torniquetes, sanguijuelas, aceite de hígado de bacalao, bálsamos de romero... No sé cómo sería en la gran ciudad, pero lo que me cuentan mis padres de su infancia en el entorno rural pone los pelos de punta. Lo suficiente para no hacerse una herida en la vida. Para ellos nosotros somos unos 'blanditos', lo mismo que para nosotros nuestros pequeños saltamontes. Pero lo cierto es que, por mucho que se nos llene la boca diciendo que los tiempos pasados siempre fueron 'mejores', los guarrazos, las costras y las rodillas y codos desollados siguen ahí, impertérritos al paso del tiempo.

Y ahí deberán seguir para curtirnos en lo bueno y en lo malo, porque al fin y al cabo, la manera más eficaz de aprender a levantarse es caerse una y otra vez. Eso sí, si llevas el Arnidol a mano, tanto mejor.

¿Y tú? ¿Recuerdas tus costras de tiempos mozos?
¿Te ha tocado curar algún corte imposible?
¿Conoces alguna de esas falsas creencias que pueda ilustrar nuestras incursiones futuras?

¡Cuéntanos tu experiencia!

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