martes, 16 de agosto de 2016

Verano olímpico recordando mascotas olvidadas

Además de la inmensa cantidad de desgraciados que se dedican a quemar el monte porque les da la gana, este año mi hijo mayor ha descubierto de forma autónoma lo que son los Juegos Olímpicos. Decenas de deportes, pruebas y estilos de los que nunca antes había oído hablar, deportistas españoles de élite a los que no conocía por estar siempre a la sombra del culebrón futbolístico de machos en primera división.
Ha estado vibrando con las grandes campeonas que le han dado una medalla a España (con permiso de Nadal y López), sobre todo con Lidia Valentín, que al ser paisana del abuelo Germán cuenta con ese punto más de cercanía que gusta tanto a los niños… y, reconozcámoslo, también de los mayores. Aunque hay un deporte que está disfrutando enormemente: el vóley playa. Tanto que nos tiene todas las tardes jugando con la cuerda del tendedero del jardín como red.

Por supuesto, todas las mañanas el padre analógico friki de los deportes y el primogénito se van, smartphone en mano, al poste de la cobertura para saber si tenemos o si optamos a nuevas medallas. Y, como no podía ser de otra manera, te dan el parte antes de que suene la bocina del panadero.

Nota explicativa: en los pueblos de menos de 100 habitantes como el nuestro es raro que haya algún tipo de comercio, más allá del bar. Ante esta carencia, muchos comerciantes se pasean semanalmente por las calles de la villa con sus camiones y furgonetas tocando la bocina como reclamo para que la gente salga de sus casas y compre sus productos: un día el frutero, otro los congelados, al siguiente el charcutero, de vez en cuando pasa uno con colchones, el afilador… La excepción la marca el panadero, que viene todos los días, menos domingos y festivos, a primera hora de la mañana.

En fin, sigamos con nuestra historia. Vista la pasión que han despertado las Olimpiadas en nuestro pequeño de seis años, hace unos días le contamos que en España también tuvimos Juegos Olímpicos: Barcelona 92, la flecha de fuego para encender el pebetero, nuestro récord de medallas, Montserrat Caballé y el fantasma de Freddie Mercury (con lo que le gusta Queen), Cobi…



¿Cobi? ¿Briant?
-          - No, hijo, la mascota de las Olimpiadas
-          - ¿También hay animales en los juegos?

Entonces me di cuenta del poco interés que suscitan ya estos personajes, antes un gran reclamo para los niños. Para confirmar que no se trataba de una percepción personal, realicé una encuesta entre familiares y amigos en la terraza del chiringuito, a ver si alguien recordaba a alguno de los que sucedieron al famoso perro dibujado por Mariscal.

Lo más que conseguí fue a un chaval de 26 años que me habló de dos muñecos con forma de pies que se dejaban ver en los Juegos de Grecia 2004. “Salían mucho en un videojuego de la Play II que me encantaba”, comentó. Y más de uno sacó a colación a Muellín, la mascota diseñada por Homer Simpson para las posibles olimpiadas que podrían haberse celebrado en Springfield (y que, paradójicamente, se fueron por el retrete).

La charla también derivó hacia las mascotas de antaño, demostrándose que no sólo nos acordamos de Cobi por ser producto nacional. Los mayores de 40 podían visualizar perfectamente a aquellos que se dejaron caer en las primeras pantallas de televisión en color, esas con 40 canales y sólo dos cadenas: el osito Misha, de Moscú 80; el águila de Los Ángeles 84 que se parecía al Pato Donald (normal, salió de la factoría Disney); el tigre de Seúl 88; del cactus con sombrero y bigote del Mundial de Fútbol del 86; y, como no, de Naranjito. Reconocedlo: todos los que, como yo, sois de la generación de Yo fui a EGB tuvisteis muñecos, pelotas o camisetas de Naranjito. Eran producto de primera necesidad en el 82.



Hasta Curro, el palomo gay de la Expo 92 de Sevilla, tuvo más repercusión entre los españoles que Fluvi, la gota de agua que parecía un pez martillo de la Expo de Zaragoza del 2008 (y a la que odio con todas mis fuerzas después de siluetearla unas 50.000 veces en mis tiempos como maquetadora del diario Qué!).

¿Cuál es el motivo de tamaña caída de popularidad de las mascotas olímpicas a partir de mediados de los 90? Desde mi punto de vista se debe a una saturación de productos audiovisuales: desde aquel entonces hemos tenido tantos estímulos a los que atender que nuestro cerebro se ha quedado con los que más le han interesado. Y en ese saco ya no entran los muñecotes olímpicos.

Según mi teoría, cuando arrancaba Atlanta 96 la oferta de videoconsolas y videojuegos era tan brutal que ya nuestros ojos no estaban tan ávidos de simpáticos personajes como años atrás. Y a medida que los años corrían, que internet se iba expandiendo, que el número de canales televisivos iba creciendo… el panorama pintaba peor para ese reclamo infantil de las olimpiadas (y demás encuentros deportivos).

Sin embargo, a pesar de que las mascotas se han pasado de moda, inexplicablemente en la mayoría de eventos deportivos siempre se dejan ver, casi siempre en forma de personas vestidas de pato gigante con los colores de su equipo animando al público a dar palmas.

Por supuesto, todos los eventos olímpicos desde Barcelona 92 hasta Río 2016 han seguido teniendo la suya. No se sabe muy bien por qué (y para alegría de los diseñadores gráficos) debe seguir entrando en el presupuesto. Supongo que tendrá que ver con todas esas historias de hacerse imagen de marca (¡pero si nadie la recuerda!) y de vender merchandising (de unos personajes que, como no interesan, no se van a comprar y que van a ser carne de mercadillo).

LO QUE VINO DESPUÉS DE COBI

Como freelance que ofrece servicios profesionales creativos puedo ponerme en la piel de todos esos diseñadores que han visto cómo unos dibujos prometedores que podrían haber tenido alcance mundial se han quedado en el olvido, al menos en España (quien sabe si en otros países, sobre todo en los de origen de cada diseño, han tenido algún éxito). Y me han dado tanta penica que he estado rascando en la Red para conocer su obra y aportarles mi granito de arena como difusora de su obra.
Sin entrar en los JJ.OO. de invierno, que en España tienen poca repercusión, he recopilado todas esas mascotas que portaron la antorcha desde Atlanta 96. Aquí os las dejo:


Izzy para Atlanta 96: creada por John Ryan, fue la primera mascota olímpica desarrollada por ordenador. Le concedieron todos los dones habidos y por haber para convertirla en dibujo animado: se suponía que era un ‘adolescente’ residente en Torchworld, una ciudad localizada dentro de la llama olímpica, que soñaba con participar en los Juegos. Llevaba los aros olímpicos en los ojos y en la cola (ver el dibujo para no pensar cosas raras) y era capaz de transformarse en lo que deseara. Pero el pobre no se comió un rosco. De hecho, fue considerado uno de los grandes fracasos comerciales de la historia de las olimpiadas.

 
-          Olly, Syd y Millie para Sidney 2000: Con el arranque del milenio y el planchazo de Izzy, nació la opción de crear mascotas grupales, a ver si así alguna caía en gracia. En este caso, su autor, Matthew Hatton, optó por dibujar animales típicos de Australia: Olly, una cucaburra que representaba la amistad, la variedad de culturas, el compañerismo y el espíritu olímpico; Syd, un ornitorrinco que se dedicaba a animar a todos los deportistas lanzando un mensaje de cuidado del medio ambiente; y Millie, una equidna inteligente y creativa con la que se quería representar a la mujer moderna.


Atenea y Febo para Atenas 2004: Esos con forma de pies que comentábamos antes. Creados por Spyros Gogos, se trataba de dos hermanos diseñados sobre la base de unas antiguas figuras del siglo VII a. C. hechas en terracota que, en opinión de los entendidos en historia antigua, eran estatuillas fálicas destinadas para las ‘daidalas’, festivales en honor a la diosa Hera (vamos, nada que ver con unos pies). Como los dioses que les dieron sus nombres, Atenea era el símbolo de la sabiduría y la protectora de la ciudad de Atenas, mientras Febo representaba la luz, la música y el deporte.


-          Los Fúwá para Pekín 2008: O ‘Niños de la buena fortuna’, de Han Meilin. En total eran cinco los personajes que representaban los Juegos en la capital china: Beibei, un pez azul; Jingjing, un panda; Huanhuan, una antorcha roja; Yingying, un antílope tibetano; y Nini, una golondrina verde. Sus nombres de dos sílabas repetidas hacen referencia a los apelativos cariñosos con los que se suele tratar a los niños en este país oriental, y si se unían conformaban la frase Beijing huanying ni, que significa ‘Pekín te da la bienvenida’.


-          Wenlock y Mandeville para Londres 2012: Diseñadas por Michael Morpurgo, sus nombres están inspirados en lugares emblemáticos para el olimpismo moderno y para el movimiento paralímpico en Reino Unido. Wenlock lleva cinco brazaletes de la amistad en su muñeca, los aros olímpicos, tres puntas en su cabeza que representan los tres puestos del podio… todo él es puro olimpismo. Y lo mismo ocurre con Mandeville. Básicamente son de interpretación libre.



-          Vinícius y Tom para Río 2016: Los protagonistas de este año son un homenaje a Vinícius de Moraes y Tom Jobim, grandes exponentes de la Bossa Nova y que compusieron a dúo la famosa Chica de Ipanema. Creados por Birdo Studio, representan la flora y la fauna brasileña y, desde mi punto de vista, recuperan el espíritu de Cobi, ese espíritu del dibujo a mano alzada que se perdió en favor de las técnicas digitales.

Por supuesto, todos ellos tuvieron (y tienen, en el caso brasileño) su serie de animación, con la que extendieron el espíritu olímpico entre los niños de sus países de origen. De hecho, atendiendo a las informaciones que corren por internet, los que mejor funcionaron desde Cobi (considerado uno de los mayores éxitos comerciales del entorno olímpico) fueron los pies fálicos griegos. Aunque habrá que esperar unas semanas para ver si las mascotas de Río no les desbancan del primer puesto del podio.

¿Y vosotros? ¿Llegasteis a conocer a alguna de estas mascotas olímpicas?
¿Tenéis algún diseño favorito?