lunes, 18 de septiembre de 2017

El horror del primer día de colegio

Ya nos hemos metido en septiembre. Vuelta a la rutina, que no al curro (eso fluye sin parar con más o menos intensidad), y este año con otra novedad: mi pequeño bebé ha dejado definitivamente de ser bebé y arranca el cole de mayores -ainsss-.

Después de un primer día de ilusión y emoción, hemos pasado de las jornadas de adaptación y nos hemos encontrado con el drama y el horror del niño que se te agarra cual lapa a la pierna y que no para de llorar y berrear. Algo para lo que ninguna tecnología te prepara. Ni te salva.

 ¿Quién iba a pensar que después de dos años de guardería, un hermano mayor que le facilita el camino y un primer día en el que el ansia le podía íbamos a acabar así? Nos ha costado días de charlas con esas frases eternas que no pasan de moda: "pero si tú ya eres mayor"; "qué profe tan maja tienes"; "cómo mola el arenero"...

Al final, la clave del éxito la ha tenido, una vez más, la voz experta de la maestra: una promesa de dedo de que iba a elegir cuento si no lloraba... ¡y listo! Bueno, casi, porque cada vez que se pone en la fila tiene una cara de pena que parece que le están arrancando el corazón de cuajo.

Como veis, a veces es inevitable pasar por este trauma y, lógicamente, depende del niño y de toda la situación que le rodea: si tiene o no facilidad para quedarse en manos ajenas; si ha ido a la guardería previamente, si puede pasar por las jornadas de adaptación; si le toca quedarse desde el día cero en el comedor... No obstante, hay muchas voces expertas en la Red que nos ofrecen buenos consejos para ir allanando el camino de nuestros hijos ante la llegada del temido PRIMER DÍA.

ES NORMAL QUE LLOREN
O eso dicen Elizabeth Fodor y Montserrat Mora, especialistas en pedagogía en la primera infancia y autoras de la colección 'Todo un mundo...'. Según su experiencia, si lloran es que hay una buena vinculación afectiva con los padres (no, si al final del que voy a tener que preocuparme es del mayor, que jamás echó una lágrima). Para ayudar a padres e hijos a llevar lo mejor posible este calvario, Fodor y Morán aconsejan lo siguiente:
 
No hablar continuamente del tema: Si llevas desde que echaste la solicitud allá por abril diciéndole a tu churumbel que empieza el cole, ya la has liado (como nosotros). Lo ideal es no hablarles contínuamente de la nueva etapa a la que tienen que enfrentarse mucho antes de que llegue, sólo hay que recordárselo la noche anterior, invitarles a preparar su ropa y su mochila y asegurarles que el cole es un lugar feliz donde va a conocer a muchos niños con los que jugar.
 
Llegar pronto a la entrada y dejarle con delicadeza: Supongo que este es un consejo válido para los que cumplieron con el primer requisito, porque a nosotros no nos funcionó. Según Fodor y Morán es importante llegar al colegio de los primeros, especialmente para los peques más tímidos. Éstas recomiendan que la despedida sea corta, concisa y que ofrezca información sobre el momento de la recogida: después de la comida, si va a venir otro familiar a recogerle... Intentar ofrecerle un refuerzo positivo (que no sean golosinas), como llevarle al parque después de clase o similares, y, por supuesto, cumplir lo prometido.

Recogerle de los primeros: Algo que se hace complicado cuando vas contra reloj. Aunque tiene lógica, si ve cómo los demás se van yendo con sus padres y que ellos se quedan esperando... es una situación que genera incertidumbre. Por otra parte, es importante demostrarle afecto e interés en ese momento, y preguntarle si ha disfrutado aprendiendo, o si puede enseñarnos juegos nuevos.

Evitar un exceso de extraescolares: Como mucho dos actividades a la semana. Las autoras explican que antes que cargarles de actividades es más importante que jueguen con otros niños y niñas libremente para favorecer el desarrollo de su vida social.



Mucho ánimo a todos los que os ha tocado y a todos los que os va a tocar (porque el mío no va a ser el último, y lo sabéis). Y recordad que de todo se sale, sobre todo si hacéis caso a las recomendaciones que os den desde la escuela.

¡MUCHA SUERTE!

miércoles, 23 de agosto de 2017

Un telediario al año no hace daño


Algunos viejos de la comarca recordamos no sin cierta añoranza aquella época en la que sólo había dos canales de televisión (y un dedo como mando a distancia). Esos fueron años de tierna infancia para mí, en los que el programa estrella era, sin duda, Barrio Sésamo. Los contenidos infantiles eran muy limitados y, en algunos casos difusos, como pasaba con La Bola de Cristal. Y siempre nos quedaban las series 'para todos los públicos' (llenas de pseudo violencia en la que siempre ganaban los buenos, of course) tipo El Equipo A, El Coche Fantástico o La Superabuela.

Años después llegarían las televisiones privadas y las autonómicas. Un espectro de hasta cinco canales, uno de ellos medio codificado, que abrió un sinfín de posibilidades, abanderadas por el anime japonés: Bola de Dragón, Los Caballeros del Zodiaco, Ranma 1/2, Sailor Moon... Y no nos olvidemos de esos programas tan estupendos que nos tragábamos presentados por Miliki y Rita Irasema, Miriam Díaz Aroca y Leticia Sabater (arg).

Teníamos el 'poder de Grayskull' durante el desayuno y la merienda. ¿Y al mediodía? ¿Alegría? No siempre, en mi caso, puesto que era el momento de disputa con mi abuelo.

TELEDIARIO O DIBUJOS

Hay que decir que mi abuelo también fue para mí una especie de hermano (muy) mayor. Se quedó viudo bastante pronto y se vino a vivir con nosotros cuando yo tenía cuatro años. Gran devoto de Santiago Carrillo, de él aprendí un montón de cosas: historias de la Guerra Civil (pro republicanas, no podía ser de otra manera); a jugar al mus, al chinchón, a la brisca y a la escoba; y que es muy importante estar al tanto de las noticias por si viene de repente un Tejero cualquiera con ganas de joderte la democracia.

Igual parte de mi vocación periodística viene de ahí. Aunque cuando tenía siete años no lo tenía tan claro y prefería la pelea dialéctica por hacerme con el mando de la única tele que había en casa a la hora de comer. Por supuesto, no siempre ganaba yo, y gracias a ello pude ver casi en directo algunos pasajes importantes de nuestra historia, como la caída del Muro de Berlín.

Sabía quién era el presidente del Gobierno y el jefe de la oposición (menuda tirria le tenía el abuelo a Fraga); cuándo había elecciones; conocía a Gorbachov, a Reagan y a Thatcher, que salían siempre dándose la mano y hablando de una cosa llamada Perestroika. Recuerdo el polémico fusilamiento de Ceaucescu en Rumanía y los nuevos países que aparecieron de la antigua URSS.


También supe de la existencia de algunos famosos y de su obra a raíz de sus muertes (y consiguientes obituarios televisivos): Dalí, La Pasionaria, Rafael Alberti, Tino Casal, Paquirri, Fernando Martín... Básicamente, y aunque en la mayoría de los casos no comprendía ni una cuarta parte de lo que se contaba en el Telediario, era más consciente de la realidad adulta que me rodeaba de lo que lo son mis hijos en este momento.

NUEVAS EXPERIENCIAS

Ahora la tecnología digital ha cambiado la película. Nos ha traído un nuevo montón de canales temáticos de atontamiento con los que es posible no enterarse de nada de lo que pasa en el mundo. También para nuestros hijos, que tienen 24 horas de programación infantil diaria non stop, y que les mantiene lejos de la cruda realidad.

Nuestro caso personal no es muy diferente. Tanto el padre analógico como yo somos periodistas e intentamos estar al tanto de la actualidad a través de las redes, así que en casa no se ven las noticias de televisión. Las pocas veces que encendemos la caja tonta (aunque ya mejor que caja podríamos decir 'cartoncillo') con los niños delante es para poner Clan o alguna película para todos los públicos. Ya se sabe, en casa del herrero...

Sin embargo, estos días de verano en los pueblos los abuelos y los nietos han tenido que compartir tele y alternar dibujos con noticias. Algo que ha servido para despertar la atención y ciertos conocimientos del nuestro hijo mayor por figuras como la de Ángel Nieto. O por saber qué es exactamente el terrorismo y por qué hay gente que es capaz de coger una furgoneta y atropellar a papás, abuelos y niños como él sólo porque sí.



Son realidades, duras y difíciles de entender, pero creo que no debemos hacerles ajenos a ellas. Sobre todo para que entiendan que el mundo no es de algodón de azúcar y de vivos colores. Que la gente muere, muchas veces de forma injusta; que hay niños que no tienen la misma suerte que ellos, que tienen que trabajar desde pequeños y recorrer largos caminos para tener agua potable. Que hay muchos peligros que les rodean y que deben estar alerta. Que hay una cara y una cruz.


Tengo el recuerdo de una niña que se había quedado atrapada en el lodo y que hablaba con las cámaras sabiendo que iba a morir. Suena a noticia de color amarillo chillón, pero lo cierto es que su rostro sigue clavado en mi cerebro después de treinta y dos años. Tanto que, escribiendo este texto he querido y podido encontrar su historia sólo buscando una foto.

Se llamaba Omayra Sánchez, tenía 13 años y fue una de las muchas víctimas del volcán Nevado del Ruiz, que arrasó el pueblo de Armero (Colombia). Sus piernas se quedaron atrapadas entre los restos de su casa y no pudieron sacarla de allí. Su agonía duró tres días y tres noches, rodeada de los equipos de salvamento que intentaron lo imposible por ayudarla y de los periodistas que consiguieron que su entereza y su triste historia recorriese el mundo entero.


Probablemente no es ésta una de las imágenes que nos gustaría que nuestros hijos retuvieran en su cerebro, pero a mí (que sólo tenía 4 años cuando ocurrió) no sólo no me generó ningún trauma sino que creo que me hizo más sensible a los problemas que por entonces recorrían el mundo (qué poco han cambiado).

No creo que sea bueno esconder o diluir las verdades que nos rodean y mucho menos prohibirles ver las noticias. No sólo para que tengan una cultura general beneficiosa de cara al futuro, también para trabajar su pensamiento crítico. No se trata de ponerles la carne cruda sobre la mesa, pero sí de que sepan que existen brechas, diferencias grandes o pequeñas, la mayoría injustas, que hay que reparar entre todos. Probablemente si trabajamos con ellos esa mentalidad el día de mañana buscarán soluciones para crear un mundo mejor.

jueves, 27 de julio de 2017

El regreso a Tierra Ortiga

Un año más vuelvo a Tierra Ortiga, donde la cobertura sigue brillando por su ausencia. Llegar al pueblo cada verano es como una terapia de desintoxicación: campo, sol, silencio para meditar (cuando los niños no gritan)… pero también mareos y sudores fríos, sobre todo cuando toca trabajar, hacer entrevistas, llamadas, enviar mails y cumplir fechas de entrega. Esas cosas de periodista que la vida de pueblo no entiende.

De lo que sí entiende el pueblo es de ortigas y bichos. No hay mejor lugar para poner a prueba los productos InsectDHU de la línea pediátrica de DHU, Mama Natura, que nos han llegado a través de la comunidad de blogs maternales Madresfera.

Uno es un mini roll-on para calmar el picor de los picotazos de insectos. ¡Y sin amoniaco! Qué sí, que es muy efectivo, pero te da nosequé echárselo a los peques, con esa piel tan fina y delicada que tienen. Aún más si se tiene que lidiar con pieles atópicas y dermatitis.

El otro es una crema para calmar las urticarias producidas por medusas y (oh, sí, ah) ortigas. De las primeras por aquí sólo vemos las de Buscando a Nemo y Bob Esponja por la tele. Pero de las segundas vamos sobrados. Encima, el primer hijo tecnológico las confunde con la hierbabuena, y como no tiene Google para cotejar vía imagen…

¡AL TURRÓN!

O, en este caso… ¡al roll-on! (ya, malísimo, no me lo tengáis en cuenta).

En el sello de calidad de Mama Natura se nos pedía que valorásemos cinco características: eficacia, olor, formatos disponibles y composición. Empecemos por el roll-on y nuestra experiencia con él.
Durante la primera noche que pasamos en el pueblo, los bichos se cebaron con el pequeño aprendiz tecnológico. No sabemos si fue araña, mosquito o pterodáctilo, pero apareció a la mañana siguiente hecho un cuadro. ¡Hasta en la planta del pie tenía el pobre! ¡Con lo que jod… roba!

Era el momento propicio para probar el mejunje de Mama Natura. Y la verdad es que funcionó, porque no le vimos rascarse ni protestar en todo el día. A mí también me tocó usarlo en algunos puntos y he de reconocer que me calmó el picor en pocos segundos. En todos menos en uno que tenía en un nudillo de la mano. Quizás surta menos efecto en articulaciones o zonas con más hueso que chicha.

El olor es agradable, muy de los remedios que mi abuela preparaba con plantas aromáticas, con un cierto toque a citronella que ayuda como repelente y sin el pestazo que deja el amoniaco. La textura no es demasiado líquida y algo grasa. En cualquier caso, es agradable al tacto y la piel lo absorbe bien.

Está compuesto a base de plantas con propiedades antiinflamatorias, antipruritosas y repelentes. En concreto: ledum palustre (alivia los síntomas de las picaduras), echinacia angustifolia (antiinflamatorio), urtica urens (calma el picor), aceite de citronella (repelente), aceite de eucalipto (antiséptico y antiinflamatorio) y agua de Hamammelis (calma y regenera la piel).

En cuanto al formato, de 10ml, es pequeño y manejable, ideal para llevar en la riñonera sin que abulte y de los que se pueden llegar a gastar antes de que se caduque (una vez abierto, conserva sus propiedades durante dos años).

Aunque en el envase asegura que puede emplearse desde el nacimiento, a nivel farmacéutico no lo recomiendan antes de los 2 meses, y se advierte de que, aunque es un producto con muy buena tolerancia, si las pieles son muy sensibles es importante hacer una prueba de sensibilización colocando unas gotas en el dorso de la muñeca.


NOTAS (DE 0 A 5)
EFICACIA: 4; OLOR: 5; FORMATO: 5; COMPOSICIÓN: 5

ROCES Y URTICARIAS

Pasemos a la crema para urticantes. Ésta la hemos usado menos, pero hemos tenido también buenos resultados. Como comentaba antes, nuestro hijo mayor tuvo la brillante idea de recoger ‘hierbabuena’ de la que pica. Al leve roce de la ortiga pegó un grito que le escucharon tres pueblos más allá del nuestro.

Bien por mí que tuve la precaución de echar los dos tubos de Mama Natura en la riñonera antes de salir de ronda campestre (yo, que voy de valiente por la vida y la mitad de las veces me lo dejo todo en casa, hasta las toallitas). Le echamos y en seguida se le calmo el escozor.

En este caso se trata de un gel para extender, en formato de 25g, también con un ligero toque graso pero no pegajoso, y refrescante gracias al efecto del eucalipto. Tiene un olor similar al del roll-on y su composición también es parecida, con ingredientes más naturales que químicos.

Por otra parte, me ha resultado útil para calmar las rozaduras que me salen en las piernas al chocar piel con piel. Tengo los muslos anchos y andar con falda sin pantalones, mallas u otra prenda que los proteja, a la larga, me provoca rojeces y escozor. Probé a extender un poco del gel y me vino de perlas para atenuar la quemazón que tenía sin efectos secundarios aparente. Ale, ya tenéis una nueva aplicación.

NOTAS (DE 0 A 5)
EFICACIA: 5; OLOR: 5; FORMATO: 5; COMPOSICIÓN: 5

Como podéis leer (si la cobertura me ha permitido colgar el post), mi percepción sobre estos productos ha sido muy buena, me han gustado sus resultados y, sobre todo, saber que puedo desterrar el amoniaco de mi botiquín. Yo, desde luego, repetiré si la industria dermatológica me lo permite.

¡FELIZ VERANO SIN PICADURAS!


viernes, 30 de junio de 2017

#VDLN 35: Sigue soñando, sigue escribiendo...

Mi pobre blog abandonado... llevaba más de un mes sin escribir en ti. Duras semanas han acontecido en lo laboral que me han privado de tu presencia: congresos, especiales, reportajes mil... Era mi deseo intercalar con cada VDLN un tema propio, de esos míos en los que intento dejar mi esencia . Pero últimamente el cerebro no me da para mucho más. Así que, al final, vuelvo a retomar la faena como la dejé: hablando de música... que tampoco está mal. Y me pongo de fondo al buque insignia de Boston: Aerosmith, que ahora mismo estarán deleitando al público madrileño desde su escenario de Rivas Vaciamadrid, un respetable en el que está incluido el padre analógico.

Hoy me ha dejado por Steven Tyler. No se lo reprocho, con ese vozarrón que tiene... aunque yo hubiese preferido a su hija Liv. Hace poco leí su autobiografía (la de Steven) y me gustó bastante, describe una vida llena de altibajos en modo Himalaya: desde su feliz infancia, pasando por una adolescencia relativamente problemática, la formación del grupo y la creación de sus primeras canciones en comuna desde un piso franco de Boston, siempre de la mano de su 'gemelo tóxico', el guitarrista Joe Perry. Una relación de amor-odio que ha marcado, sin duda, la trayectoria de la banda.

Y de ahí, los bolos, las giras, las drogas, las novias, las desintoxicaciones, las esposas, los hijos, las drogas, las desintoxicaciones, las ex esposas, las drogas, las desintoxicaciones... Así hasta su actualidad de más de 65 años, con nietos y con 'goteras' en la mayoría de sus articulaciones. Alguna desintoxicación más le quedará, casi seguro.

No me voy a equiparar con Steven Tyler, ni mucho menos, pero aprovechando que ya es viernes y que toca hablar de música, voy a cerrar mi ciclo de terapia de desintoxicación bloguera (valiente excusa) con una de sus primeras canciones: 'Dream on'. Al fin y al cabo, sigo soñando con nutrir de forma asidua este humilde rincón, dejar temas más a menudo...


¡FELIZ Y ORGULLOSO FIN DE SEMANA A TODOS!

viernes, 12 de mayo de 2017

#VDLN 34: La senda del tiempo

A veces llega un momento en que te haces viejo de repente, sin arrugas en la frente pero con ganas de morir... Bueno, aunque lo diga una de las canciones más famosas del pop-rock español y uno de mis grupos favoritos, tampoco es para tanto, ¿no?

Celtas Cortos lanzó a las ondas estas estrofas en 1990, en su segundo disco, Gente Impresentable. Yo apenas tenía 9 años y no entendía aquella melancolía, aquellas sensaciones que la banda transmitía por la falta de amor y empatía del mundo que le rodea. Pura depresión que a mí me parecía una obra maestra de delicada melodía, sin pararme a pensar en el mensaje que transmitía.





Hoy, 27 años después, la escucho con otros oídos y, a veces, con lágrimas en la cara por las verdades que destapa: cada vez más violencia a nuestro alrededor, cada vez más indiferencia, cada vez menos idealismo para luchar por un mundo mejor. Pero también por los recuerdos felices que me trae (los que me leéis ya sabéis que soy pura melancolía). Cuántas veces me habré abrazado a mi chico al son de esta tonada...

Este fin de semana se cumplen 17 años desde que empezamos a estar oficialmente juntos. Casi media vida. Y me he puesto a escuchar a los Celtas, el grupo que nos unió, cantando sus canciones en cada sangriada de la facultad, en cada viaje de colegas, en cada concierto... Empezamos compartiendo cintas de cassette de los de Pucela en primero de carrera y desde entonces no hemos parado. Toda una vida de experiencias que le quitan un poco de razón a La Senda del Tiempo.

Hace tiempo que me hice vieja de repente, pero sin ganas de morir, porque sigo viendo el vaso medio lleno. Creo fírmemente que el mundo puede cambiar, que debemos seguir trabajando para ello. Y si he de agradecer a alguien ese empuje, esas ganas de seguir adelante, es a él... y a los dos canijos que han surgido de toda una (media) vida de experiencias compartidas. Desde mi punto de vista, si alguien merece vivir en un mundo mejor son ellos.

¡GRACIAS VALLADOLID!
¡Y BUEN FIN DE SEMANA A TODOS!


 

viernes, 21 de abril de 2017

#VDLN 33: Basket Case

Mañana, si no se acaba el mundo, me voy al basket con el primogénito a ver un partido de la Euroliga. Él, que gracias al padre analógico se ha aficionado una barbaridad, está emocionadísimo. Yo también, para qué nos vamos a engañar. Me encanta el sano ambiente que se genera en torno a los partidos de baloncesto y, aunque hace años que no juego, me trae muchos recuerdos de adolescencia: buenos amigos, horas de diversión tanto en entrenamientos como en partidos, un escape lejos de casa... y música, mucha música.

Me uní a la 'troup' del basket cuando llegué al instituto. En el cole siempre había jugado al voleibol, pero no había equipo y a las de baloncesto les faltaba personal, así que allí que me fui con ellas. Todas eran mayores, de COU, más majas que las pesetas y muy fans de Bon Jovi (en su época de pelos largos), Offspring (en el año de Smash) y de Green Day antes de que se pintaran la raya del ojo y se pusieran corbata (vamos, los del Dookie y su 'Basket Case').


Aunque me tocaba ser cadete falsearon mis datos y me federaron como junior. Y ahí estaba yo, con mi 1,60 de estatura, ejerciendo de base o escolta, 'pegándome' con tiarronas de 17 y 18 años. Me llevé muchos golpes, pero aprendí a encajarlos y, a veces, a sacar partido de ellos. ¿Cómo? Gracias a las enseñanzas de mis compañeras, a ritmo de Offspring con temas como 'Gotta Get Away'.



Recuerdo con mucho cariño a aquellas primeras compañeras de basket que me enseñaron a funcionar en un deporte que no controlaba en absoluto; que me obligaron a salir del ala materna para moverme por mi cuenta y riesgo todos los fines de semana para jugar el partido de turno; y que me habrían llevado a mi primer concierto de Bon Jovi (en su gira del Crossroad, ese recopilatorio en el que incluyeron el baladote tristón 'Always' o 'Someday I'll Be Saturday Night') y a mi primer Festimad, con Metallica de cabeza de cartel, si a mis padres no les hubiese entrado el pánico sólo de imaginarme rodeada de melenudos borrachos y drogados capaces de hacerle de todo a una inocente chica de instituto... Ains, menos mal que pude desquitarme años más tarde.


Más allá de contaros una retahila de recuerdos y morriñas de instituto, todo esto tiene una moraleja: apuntad a vuestros hijos a hacer deportes de equipo, porque en ellos aprenderan y mucho: a compartir, a trabajar en equipo, a ser constantes, a encajar golpes y a sacar fuerzas de donde haga falta, a ganar y a perder... ¡y a escuchar buena música!

Aunque para esto último aseguraos de que caen en un equipo de rockeros, ¿eh? ;)

¡¡FELIZ VIERNES Y FELIZ FIN DE SEMANA A TODOS!!





miércoles, 5 de abril de 2017

El temido demonio tecnológico

Llevo varios días levantándome a las 6.30 de la mañana, otra de esas pequeñas 'ventajas' de ser autónoma y tener un horario flexible. Para animarme mientras ojeo (sí, sin H, de ojo) la actualidad del día, escucho el podcast Buenos Días, Madresfera en directo.

He de reconocer que me está sirviendo como aliciente para madrugar y ponerme al lío antes de la hora bruja pre escolar: Temas candentes, interesantes para aquel que está imbuído en el mundo maternal y paternal... y buen rollo, tanto por la parte de la dirección del programa como por los que interactúan en el chat. Da gusto madrugar así.

En uno de los últimos programas se habló de uno de esos casos complicados destacado por un titular amarillista: un chaval que había denunciado a su madre por quitarle el móvil. Al final de la historia (¡¡alerta de spoiler!!) la madre, que se enfrentaba a 9 meses de cárcel por malos tratos, salió absuelta gracias al buen juicio, nunca mejor dicho, de un magistrado que se puso en su lugar.

Un clásico que todos hemos vivido o que viviremos en algún momento. Allá va el caso figurado salido de mi mente de madre bloguera: el chico de 15 años tiene que estudiar pero en su lugar andaba dándole a la pantalla táctil. Su madre llega, le quita el cacharrito y le dice que o se pone con el examen del día siguiente o le deja un mes sin móvil. En la versión clásica de esta película el chaval refunfuña y se pone a estudiar. Pero ésta es la versión 2.0 de un muchacho problemático que ha visto por Youtube que denunciar es un buen sistema para hacerse con el mango de la sartén.

Y lo consigue, gane o pierda el juicio. Porque la sensación que se le debe quedar a una madre o a un padre (de los normales, me refiero, de esos que se desviven por sus hijos) que ve cómo su hijo vuelve a casa con una denuncia a su nombre debe ser de derrota total. Aunque todos tenemos claro quién será el verdadero perdedor a medio/largo plazo.

TE HAS CONVERTIDO EN TU MADRE

Más allá del hecho en sí, la noticia y la charla posterior en el chat me ha hecho reflexionar en voz alta al respecto. Sobre todo de cómo se demoniza a las nuevas tecnologías cuando surgen casos de este tipo, siempre asociados a jóvenes con conductas problemáticas.

Las tablets, los móviles y las consolas tienen la culpa de que los chavales no salgan a la calle; de que no hagan deporte y lleven una vida sedentaria; de que no sepan relacionarse (a la antigua usanza); de que se estén criando como un ganado de gañanes cuya máxima en la vida es conseguir millones de seguidores a base de grabar situaciones cotidianas en las que alguien es ridiculizado, insultado, vilipendiado...

Opiniones de este tipo se escuchan en los corrillos del cole, en la puerta de la academia y, por supuesto, en el también demonizado grupo del Whatsapp (qué poco se habla de su utilidad). Y esto pasa mientras seguimos dándole audiencia a Sálvame o a cualquier programa de 'tertulia' en el que todo el mundo habla a voces sin escuchar al de al lado. O valorando más al Cristiano Ronaldo de turno que a la inventora del WiFi al mismo tiempo que nos indignamos porque un hotel o una cafetería no nos ofrece conexión gratis. ¡Que inventen ellos!, que decía Unamuno.

Pero me estoy desviando del tema. El caso es que al oírlos no puedo dejar de pensar en mi madre cuando despotricaba en mis tiempos de estudiante sobre la comedura de coco y la desconexión cerebral que nos provocaban los videojuegos de entonces. En todas aquellas señoras que miraban recelosas hacia los locales recreativos de futbolines y Neo Geos porque representaban el mal en estado puro. Cuántas de ellas andarán ahora enganchadas al Candy Crush...

Nos jode reconocerlo, a mí la primera, pero nos hemos convertido en nuestras madres. Y, a veces, miramos al futuro de nuestros hijos con la misma poca perspectiva que ellas lo hacían en esos instantes.

Porque el mal no se encuentra en la máquina, sino en la mano que la maneja y que enseña a manejar. Los chavales son altamente influenciables y, a partir de una determinada edad, no por la vía paterna. Prácticamente todo lo que no hayamos conseguido hasta los 14 años (así, a ojo) con nuestro ejemplo se perderá en el olvido, al menos hasta que vuelvan a prestarnos sus oídos de vez en cuando en un futuro lejano.

CORREGIRNOS PARA CORREGIR

¿Pero qué ejemplo les damos con las nuevas tecnologías? Que levante la mano el que coma con el móvil en la mesa. El que apalanca a sus criaturas al calor de una tablet. El que haya interrumpido la historia imaginaria de turno para contestar un mensaje... Seguramente todos lo hemos hecho en algún momento. Algunos más a menudo que otros. Y ellos nos ven y nos copian.

Quieren estar en constante conexión como nosotros, pero no pueden porque no tienen smartphone propio o tablet sin restricciones... hasta que lo tienen. Y entonces quieren recuperar el tiempo perdido.

No se trata de dárselo todo cuándo y cómo quieran, sino de que nosotros nos lo restrinjamos también, al menos durante las horas que estemos a su lado. Que les acompañemos en sus juegos en la tablet o la consola, para que sean conscientes de que también puede ser un espacio de juego en compañía y no de aislamiento puro. Que les enseñemos a navegar y a desenvolverse por la red. Hemos de concienciarles (y, mucho antes, concienciarnos) de que se debe convivir con la tecnología, no depender de ella.

Ellos son los nativos digitales, los que saben manejar una pantalla táctil desde el mismo momento en el que aprenden a utilizar sus manos. Negarles los avances del progreso y el conocimiento necesario para desenvolverse en el mundo TIC sólo perjudicará a su futuro. Y teniendo en cuenta lo rápido que pasa el tiempo, no les queda tan lejos.