miércoles, 7 de enero de 2015

Sentimentalismo navideño

Por fin acabó la vorágine navideña y un año más nos toca coger la espeluznante cuesta de enero con la bici sin marchas, arrastrando todo lo que hemos acumulado en estos días de excesos: kilos, triglicéridos, abultadas facturas y, como no, megas y megas de vídeos virales. Más allá de los villancicos de toda la vida aderezados con fotos de gatitos, me gustaría centrarme en uno concreto que tiene mucho que ver con este blog. Me estoy refiriendo al anuncio de Ikea.

No al que nos han puesto por la tele del niño al que dos señoras cargadas de bolsas miran con lástima porque sólo ha recibido de regalo navideño un molde de galleta tipo 'Jengi'.

Jengi, el hombre de jengibre de las películas de Shrek

Al que me refiero es a ese que se ha extendido como la pólvora por las redes sociales; ese que ha hecho llorar al 90% de los padres españoles, servidora incluida, y que nos ha hecho sentirnos fatal por no dedicar tiempo suficiente a nuestros polluelos. Ese titulado 'La otra carta' que aquí os dejo, por si todavía queda alguien que no lo haya visto.


Es de justicia iniciar mis palabras dando la enhorabuena a los creativos que el gigante sueco tiene en España. Desde que nos instalaron en la República Independiente de nuestra casa no han parado de profundizar hasta lo más hondo de nuestro cerebro con ideas geniales, frescas, muy visuales, que nos muestran lo borregos que somos y que tenemos que saltarnos el guión para ser libres. Y qué mejor forma para conseguirlo que irnos a una macro tienda de muebles sin montar a comprar en masa siguiendo un recorrido preestablecido. Lo más anárquico, vamos.

Pero no estoy aquí para criticar a la marca en concreto, sino para reflexionar sobre lo que plantea el vídeo, lo que realmente demandan nuestros hijos: la atención de sus padres (aunque me gustaría a mí haber visto las respuestas reales, no condicionadas, de los niños que salen en el anuncio). Es curioso cómo muchas de las tecnologías que podrían ayudarnos a pasar más tiempo con nuestros hijos son, precisamente, las que más minutos nos roban. Quiero decir minutos de esos que tenemos, de verdad de la buena, para disfrutar de nuestros hijos, no nuestras horas de trabajo, o los ratos en los que tenemos que hacer comidas y coladas.

¿Cuántas veces miramos el Whatsapp, el correo, las redes sociales... el móvil, en general, mientras ayudamos a nuestros pequeños a hacer los deberes? ¿Cuántas veces nos hemos perdido el resumen de lo que han hecho en el cole por mirar el Twitter o atender al partido de fútbol de turno, soltando un "qué bien, cariño" genérico? Es posible que nuestro crío nos esté contando que el matón de turno le ha zurrado en el recreo, pero no, las botas de CR7 tienen un efecto hipnótico tal que nos separan de la cruda realidad.

Alejándome de la hipérbole futbolística y pensando en mi caso concreto, me entristece observar cómo no dejamos de exigirles atención sin damos cuenta de que tablets, smartphones y ordenadores nos han convertido en un ejemplo pésimo que nuestros hijos replicarán en el medio plazo (en cuanto les llegue la pubertad, sin ir más lejos). Lo peor de todo es que ha tenido que ser la publicidad la que nos ha hecho entonar el 'mea culpa'. Probablemente en los próximos fines de semana veamos a hordas de padres intentando pasar más tiempo con sus pequeñuelos arrastrándolos a merendar unas 'meatball' suecas en el centro comercial de turno. ¿Hay algo más entrañable?

1 comentario:

  1. Más que un ejemplo pésimo (es una práctica que hay que evitar, pero no es el fin del mundo), es falta de costumbre para hacer encajar nuestro uso de las nuevas tecnologías al día a día familiar. Igual no hay mucha diferencia entre dedicarle menos tiempo a tu hijo por mirar twitter o whatsapp que por llamar a un amigo, tender la lavadora, pensar en tu trabajo mientras te habla... Dicho esto. Sí, debemos centrarnos bien en los peques cuando tenemos tiempo para pasar con ellos. No, las nuevas tecnologías (salvo que se conviertan en adicción patológica) no son el acabose del disfrute familiar, sino sólo una distracción más -aún nueva- que hay que saber evitar/encajar en la relación con los peques.

    PD: No es la primera vez que escucho que un padre le manda desde la cocina un whatsapp a su hijo que está 2 habitaciones más allá ;)

    ResponderEliminar