martes, 17 de mayo de 2016

Networking

El padre analógico me dice muchas veces que no sabe cómo lo hago para meterme en embolados para los que no tengo tiempo. No, no se refiere a este blog, en el que escribo siempre que puedo, a veces con un gran esfuerzo para mantener cierta frecuencia. Me lo dice por mi participación en la Asociación de Comunicadores de Biotecnología (AcB), de la que ya os hablé en otro post.

Yo le comento que, además de ser un tema que me gusta, es una forma ideal de hacer networking, algo vital en esto del 'frilancismo' periodístico: no se consiguen solo contactos, sino relaciones de confianza con posibles clientes, como nos decía hace unas semanas el mentor Antonio Domingo en un curso de mis vecinos del coworking Fangaloka.

Precisamente en unas horas (el 17 de mayo, martes, a las 10 horas) ésta vuestra cibermadre se va a convertir en la próxima 'profesora' del coworking en cuestión para hablar de cómo plantear una estrategia básica de comunicación a todos aquellos que quieran acercarse. "Eso está muy bien pero, ¿tienes tiempo?", me pregunta la abuela con cierta sorna. Es cierto que voy un poco justa, pero es una buena oportunidad para conocer a personas interesadas en contratar mis servicios... ¡y además cerca de mi oficina! Puro networking.


"Pero sigue, sigue contándole a tus lectores, a ver si alguno me da la razón", canturrea el padre de las criaturas mientras me señala los deberes que tengo pendientes como miembro activo de la Comisión de Festejos de San Pedro Palmiches. Es un pueblo pequeño de la provincia de Cuenca, la tierra en la que nació mi madre y que siempre es un gusto visitar aunque no haya 4G. Apenas tiene 50 personas censadas y no cuenta con fondos para celebrar sus fiestas patronales.

Por eso nos pasamos el año poniendo el cazo para que durante unos pocos días del verano los abuelillos puedan echarse unos pasodobles y sus nietos puedan bailarse unos pogos en la plaza a ritmo de Reincidentes y compañía. Por supuesto, ésto también tiene que ver con el networking. Lo de poner el cazo y lo de los pogos en la plaza. Porque todos los que allí vamos nos conocemos, intimamos con una copa en la mano, sabemos de nuestras penas y nuestras alegrías y más de uno y más de dos cierra negocios durante el campeonato de mus o preparando los juegos de los niños en EL bar (sólo hay uno).

Imagen de Yo Digital modificada por Musolari


LA TRAMPA COLEGIAL
Pero si hay un entorno propicio para el networking de una madre trabajadora ese es el patio del colegio/guardería/escuela infantil. Allí, entre corrillo y corrillo, se cuecen las extraescolares del próximo curso, los disfraces de carnaval, los detalles de la fiesta de graduación... se conoce a fondo a tanta gente. Aunque no siempre de las mejores maneras. Porque la mayoría de las veces los padres somos peores que los niños.

Aunque lo parezca por mis palabras y por mi profesión, no ejerzo como Radio Patio Portera de Barrio, sino como Presidenta del AMPA. Y esto ya no es networking, es deporte de riesgo. Es una de las peores labores del mundo, sobre todo en un cole público en el que hay que estar pendiente de subvenciones, fechas, papeleos... un rollo que da mucho trabajo y ningún beneficio.

Firmaba yo por captar a tanta gente en una reunión de nuestro AMPA
Yo entré como tesorera el año que Dani empezaba el cole, bajo la amenaza de que el AMPA se iba al garete y con ella las tan necesitadas actividades extraescolares para estirar la jornada. Tres años más tarde, lidero una asociación que languidece por la falta de compromiso de muchos padres que prefieren criticar a recibir críticas.

No me voy a quitar méritos, está claro que algo estamos haciendo mal para no contar con más apoyos. Pero igual que el nuestro están la mayoría de colegios de nuestra zona. ¿Por qué? Muchos papás alegan que trabajan (como yo) y no pueden comprometerse; otros, como no trabajan y no llevan a sus hijos a las extraescolares, ni se lo plantean. Y mientras, el estamento que debería enlazar de forma sólida a padres con profesores sobrevive a duras penas sin poder desarrollarse plenamente.

A toda esta amalgama 'networkingniana' hay que añadirle el trabajo diario como periodista freelance más la crianza de dos pequeños torbellinos y otros quehaceres de la vida cotidiana como querer un poco al padre analógico, que últimamente se queja un poco de que no le hago ni caso. Y tiene razón. Así que, para aliviar mi carga, el curso que viene no renovaré cargos y dejaré paso a las nuevas generaciones. Porque si hay algo que me ha enseñado la vida es que hay que reinventarse para sobrevivir, y en mi caso quitarme labores de encima sí que es cuestión de supervivencia. A ver si lo consigo.

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